miércoles, 22 de mayo de 2013

Vínculo Terapéutico


La palabra vínculo proviene del latín “vinculàre” y significa atar o dotar algo en otra cosa (RAE), si nos ponemos a pensar, toda nuestra vida está basada en sucesos que nos permiten generar vínculos de distintos tipos. Ya desde el nacimiento estamos predestinados a construir un vínculo madre-hijo, y así sucesivamente a lo largo de nuestra vida, vamos construyendo vínculos con nuestras amistades, relaciones de pareja o laborales por nombrar algunas.
Pero existe otro tipo de vínculo, que se da en una relación especial y específica, nos referimos al “vínculo terapéutico”, el cual se refiere a una relación entre terapeuta y cliente en un contexto de psicoterapia. Si bien existen diversos tipos de relaciones que pueden resultar de ayuda para las personas, como por ejemplo, una conversación con un amigo o un familiar, la diferencia esencial se constituye en que en el vínculo terapéutico necesita de base una relación profesional, en donde el terapeuta se interesa genuinamente por el paciente, pero no en forma de sus relaciones interpersonales que se dan en la cotidianeidad. (Feixas y Miro, 1993).
El término vínculo terapéutico ha estado muy ligado al concepto de alianza terapéutica, el cual se desarrollo a lo largo del siglo XX, ya el propio Freud en 1912 planteo la importancia de que el terapeuta mantuviera un interés y una actitud de comprensión hacia el paciente, lo que permite que la parte más saludable de él estableciera una relación positiva con el terapeuta. (Corbella y Botella, 2003).
Pero vínculo terapéutico no es sinónimo de alianza terapéutica, el vínculo es uno de los componentes que conforman esta alianza. La calidad del vínculo determina la modulación emocional de la vivencia que el paciente tiene del terapeuta e influye en la colaboración del proceso terapéutico. Es distinto que el paciente sienta que el terapeuta está realizando un juicio valorativo de su conducta a que  sienta que es alguien con quien puede compartir sus problemas, que le apoya y que le brindara ayuda. (Feixas y Miro, 1993).
De esta manera obtenemos una visión del terapeuta como facilitador del cambio, en donde reside la responsabilidad de guiar un vínculo que permita la creación de una alianza terapéutica que brinde un espacio asertivo para realizar el trabajo terapéutico adecuado. La calidad emocional y relacional del vínculo es esencial  para el éxito de la psicoterapia.  
El terapeuta, tiene como misión acompañar al paciente en su crecimiento personal o en sus sufrimientos y problemas, estableciendo con él una relación de ayuda. Así el proceso terapéutico se constituye en función de cómo es y cómo actúa el terapeuta y de cómo es y cómo actúa el paciente, de manera que cada encuentro terapéutico es siempre original e imprevisible. (Domínguez, 2011).
Esto deja visualizar que en la creación del vínculo terapéutico los factores que determinaran la calidad de este vínculo dependerán de ambas partes, puesto que el vínculo terapéutico está basado en una relación reciproca en donde se conjugan elementos de cada uno de los participantes.
Sin embargo, Rogers, señalo tres actitudes que son fundamentales en la creación del vínculo terapéutico por parte del terapeuta. Estas son la empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad. A estas tres actitudes se puede agregar a la escucha activa, que constituye un elemento fundamental de la empatía. (Bados y García, 2011).
Al escucharse se facilita que los pacientes hablen sobre sí mismos y sus problemas. Lo que aumenta la probabilidad de comprender mejor al paciente, potenciándose la relación terapéutica, e incentivando a los pacientes a ser más responsables en su proceso de cambio. A la vez ven a la terapeuta como un colaborador más que un experto. (Bados y García, 2011).
Con respecto a la empatía, esta se define como la capacidad de comprender a las personas desde su propio marco de referencia. Y la habilidad que debe generar el terapeuta es saber comunicar al paciente esta comprensión. Finalmente, la aceptación incondicional implica aceptar al paciente tal cual es, sin juicios valorativos, valorarlo como persona merecedora de dignidad. (Bados y García, 2011).
Esta última cualidad de “aceptación incondicional” se relaciona directamente con los valores que tenemos cada una de las personas que trabajamos en MUMS, puesto que aceptamos a las personas tal cual son, y trabajamos desde la diversidad, en un ambiente de comprensión y aceptación de las personas.
Junto con estas cualidades, existen otras que permiten o favorecen la creación de un vínculo terapéutico de calidad. Podemos mencionar por ejemplo la cordialidad, la cual consiste en expresar verbal y no verbalmente interés por el paciente. También la confianza, la que se constituye en la percepción que tiene el paciente de que el terapeuta trabajara en beneficio de su persona y que no lo perjudicara bajo ninguna circunstancia. (Bados y García, 2011).
De esta manera, construir un vínculo terapéutico de calidad, es esencial y de gran importancia, ya que el éxito o fracaso de la terapia dependerá en gran medida de ello. Como profesionales que trabajamos con personas, es de gran relevancia tener presente este aspecto, ya que muchas veces nos enfocamos en técnicas y teorías y dejamos de lado este aspecto básico que es de gran ayuda y uno de los factores fundamentales en el éxito de una terapia.

Bibliografía
Bados, A. y García, E. (2011). Habilidades terapéuticas. Barcelona: Universidad de Barcelona.

Corbella, S. y Botella, L. La alianza terapéutica: historia, investigación y evaluación. Anales de psicología
     2003, 9, 205-221.

Domíngez, X. (2011). Psicología de la persona. Madrid: Palabras.

Feixas, G. y Miro, T. (1993). Aproximaciones a la psicoterapia. Barcelona: Paídos.

http://lema.rae.es/dpd/?key=vinculo/ Consultado el 05 de mayo de 2013.