La palabra vínculo
proviene del latín “vinculàre” y significa atar o dotar algo en otra cosa
(RAE), si nos ponemos a pensar, toda nuestra vida está basada en sucesos que
nos permiten generar vínculos de distintos tipos. Ya desde el nacimiento
estamos predestinados a construir un vínculo madre-hijo, y así sucesivamente a
lo largo de nuestra vida, vamos construyendo vínculos con nuestras amistades,
relaciones de pareja o laborales por nombrar algunas.
Pero existe otro tipo de
vínculo, que se da en una relación especial y específica, nos referimos al
“vínculo terapéutico”, el cual se refiere a una relación entre terapeuta y
cliente en un contexto de psicoterapia. Si bien existen diversos tipos de relaciones
que pueden resultar de ayuda para las personas, como por ejemplo, una
conversación con un amigo o un familiar, la diferencia esencial se constituye
en que en el vínculo terapéutico necesita de base una relación profesional, en
donde el terapeuta se interesa genuinamente por el paciente, pero no en forma
de sus relaciones interpersonales que se dan en la cotidianeidad. (Feixas y
Miro, 1993).
El término vínculo
terapéutico ha estado muy ligado al concepto de alianza terapéutica, el cual se
desarrollo a lo largo del siglo XX, ya el propio Freud en 1912 planteo la
importancia de que el terapeuta mantuviera un interés y una actitud de
comprensión hacia el paciente, lo que permite que la parte más saludable de él
estableciera una relación positiva con el terapeuta. (Corbella y Botella,
2003).
Pero vínculo terapéutico
no es sinónimo de alianza terapéutica, el vínculo es uno de los componentes que
conforman esta alianza. La calidad del vínculo determina la modulación
emocional de la vivencia que el paciente tiene del terapeuta e influye en la
colaboración del proceso terapéutico. Es distinto que el paciente sienta que el
terapeuta está realizando un juicio valorativo de su conducta a que sienta que es alguien con quien puede
compartir sus problemas, que le apoya y que le brindara ayuda. (Feixas y Miro,
1993).
De esta manera obtenemos
una visión del terapeuta como facilitador del cambio, en donde reside la
responsabilidad de guiar un vínculo que permita la creación de una alianza
terapéutica que brinde un espacio asertivo para realizar el trabajo terapéutico
adecuado. La calidad emocional y relacional del vínculo es esencial para el éxito de la psicoterapia.
El terapeuta, tiene como
misión acompañar al paciente en su crecimiento personal o en sus sufrimientos y
problemas, estableciendo con él una relación de ayuda. Así el proceso
terapéutico se constituye en función de cómo es y cómo actúa el terapeuta y de
cómo es y cómo actúa el paciente, de manera que cada encuentro terapéutico es
siempre original e imprevisible. (Domínguez, 2011).
Esto deja visualizar que
en la creación del vínculo terapéutico los factores que determinaran la calidad
de este vínculo dependerán de ambas partes, puesto que el vínculo terapéutico
está basado en una relación reciproca en donde se conjugan elementos de cada
uno de los participantes.
Sin embargo, Rogers,
señalo tres actitudes que son fundamentales en la creación del vínculo
terapéutico por parte del terapeuta. Estas son la empatía, la aceptación
incondicional y la autenticidad. A estas tres actitudes se puede agregar a la
escucha activa, que constituye un elemento fundamental de la empatía. (Bados y
García, 2011).
Al escucharse se facilita
que los pacientes hablen sobre sí mismos y sus problemas. Lo que aumenta la
probabilidad de comprender mejor al paciente, potenciándose la relación
terapéutica, e incentivando a los pacientes a ser más responsables en su
proceso de cambio. A la vez ven a la terapeuta como un colaborador más que un
experto. (Bados y García, 2011).
Con respecto a la empatía,
esta se define como la capacidad de comprender a las personas desde su propio
marco de referencia. Y la habilidad que debe generar el terapeuta es saber
comunicar al paciente esta comprensión. Finalmente, la aceptación incondicional
implica aceptar al paciente tal cual es, sin juicios valorativos, valorarlo
como persona merecedora de dignidad. (Bados y García, 2011).
Esta última cualidad de
“aceptación incondicional” se relaciona directamente con los valores que
tenemos cada una de las personas que trabajamos en MUMS, puesto que aceptamos a
las personas tal cual son, y trabajamos desde la diversidad, en un ambiente de
comprensión y aceptación de las personas.
Junto con estas
cualidades, existen otras que permiten o favorecen la creación de un vínculo
terapéutico de calidad. Podemos mencionar por ejemplo la cordialidad, la cual
consiste en expresar verbal y no verbalmente interés por el paciente. También
la confianza, la que se constituye en la percepción que tiene el paciente de
que el terapeuta trabajara en beneficio de su persona y que no lo perjudicara
bajo ninguna circunstancia. (Bados y García, 2011).
De esta manera, construir
un vínculo terapéutico de calidad, es esencial y de gran importancia, ya que el
éxito o fracaso de la terapia dependerá en gran medida de ello. Como
profesionales que trabajamos con personas, es de gran relevancia tener presente
este aspecto, ya que muchas veces nos enfocamos en técnicas y teorías y dejamos
de lado este aspecto básico que es de gran ayuda y uno de los factores
fundamentales en el éxito de una terapia.
Bibliografía
Bados, A. y García, E.
(2011). Habilidades terapéuticas. Barcelona:
Universidad de Barcelona.
Corbella, S. y Botella, L.
La alianza terapéutica: historia,
investigación y evaluación. Anales de psicología
2003, 9, 205-221.
Domíngez, X. (2011). Psicología de la persona. Madrid:
Palabras.
Feixas, G. y Miro, T.
(1993). Aproximaciones a la psicoterapia.
Barcelona: Paídos.
http://lema.rae.es/dpd/?key=vinculo/
Consultado el 05 de mayo de 2013.